Tartessos.
Las
incógnitas sobre el nacimiento, el desarrollo y la desaparición
de Tartessos siguen dividiendo a los expertos.
"Una época fascinante por su propia realidad y por el
halo legendario con que se rodeó en la antigüedad y la
sigue en alguna medida caracterizando aún en nuestros días";
así se refiere Manuel Bendala, una de las principales autoridades
en la materia, a la época de Tartessos -la cultura que representa
"la aurora de un proceso histórico, en el que se puso
en marcha la organización territorial y urbana que alcanza
hasta nuestros días"- en el libro Tartesios, iberos y
celtas (Temas de Hoy, 2000).
Parte
del tesoro del Carambolo.
Los
textos de la época no ayudan mucho, ya que los expertos no
han podido descifrarlos.
Se cree que Tartessos, desarrollado en la zona sur de la península
Ibérica, puede ser anterior a la llegada de los fenicios, cuando
aparecen las primeras referencias de esta civilización, entre
el siglo X y el IX antes de Cristo. Que su desarrollo posterior se
produjo de la mano de los fenicios gracias al comercio de minerales
(los propios y los llegados de las costas atlánticas). Y su
declive y desaparición está generalmente aceptado que
se inició en el siglo VI antes de Cristo, aunque muchos de
los restos encontrados están datados en el siglo V. Que los
cartagineses la arrasaron por haberse aliado con los griegos, que
desaparecieron por agotamiento económico o por culpa de un
cataclismo (un terremoto o un tsunami) son las razones que las distintas
corrientes dan a su extinción. Lo cierto es que cuando el Imperio
romano colonizó la Península en el siglo III antes de
Cristo, aunque llamaron Tartessius Sinus a la bahía de Cádiz,
ya no existía.
MARCO GEOGRÁFICO TARTESSOS
La investigación de todo ese periodo estuvo centrada durante
muchos años en el estudio de textos en los que se hacía
referencia a Tartessos, que le han conferido al tema el halo legendario
del que habla Bendala en su libro. Muy discutida la relación
entre la Tarshish que cita el Antiguo Testamento con el Tartessos
ibérico, las referencias principales provienen de la tradición
grecolatina, que citan fuentes indirectas y lo hacen siglos después
de su desaparición. Éstas describen una civilización
en la frontera del mundo conocido, es decir, el Mediterráneo,
otro punto éste que aumenta su carácter legendario.
Heródoto, en el siglo V antes de Cristo, que habla del mítico
rey Argantonio, Avieno, en su Ora Marítima del siglo IV antes
de Cristo, o Estrabón, en el siglo I antes de Cristo, son algunos
de los principales testimonios.
Pero en los últimos 50 años, la investigación
ha ido dejando en cierta medida de lado estos trabajos filológicos
para concentrarse en el arqueológico. Los textos hallados de
la época no ayudan mucho, ya que los expertos no han podido
descifrarlos.
Se
han descubierto joyas en distintos puntos, como el Carambolo, en Sevilla,
pero los yacimientos más importantes probablemente sean la
necrópolis hallada en Huelva, el santuario de Coria del Río
(Sevilla) y, sobre todo, el palacio-santuario de Cancho Roano, cerca
de Badajoz, la estructura mejor conservada. Sin embargo, aún
no se ha encontrado ningún vestigio de núcleo urbano
importante, lo que deja abierta una de las cuestiones fundamentales:
¿hasta qué punto Tartessos dependía de otros
pueblos como el fenicio o se trataba de un Estado autónomo
cuya importancia en el mundo mediterráneo del primer milenio
antes de Cristo está aún por determinar?
Fuente: J. A. A., Madrid / El País.com, 6 de mayo de 2007
La huella de Tartessos conduce a Doñana

Investigadores
españoles buscan restos arqueológicos por primera vez
en las marismas del parque.
La escasez de restos arqueológicos y la abundancia de testimonios
literarios han convertido Tartessos, la civilización que ocupó
el suroeste peninsular entre los siglos X y VI antes de Cristo, en
territorio legendario, en el que el mito completa las preguntas que
la ciencia aún no alcanza a responder. Un grupo de investigadores
españoles busca restos arqueológicos en Doñana,
aunque todavía no se atreven a hablar de Tartessos. En 2004,
un científico alemán ubicó allí una gran
ciudad tartésica a partir de unas imágenes de satélite
que mostraban figuras circulares que pueden esconder debajo esos restos.
Es la primera vez que se busca en Doñana, porque la teoría
hasta ahora decía que siempre estuvo inundada.
Las brumas de la bíblica 'Tarshish'
Los rectángulos vistos en imágenes aéreas pueden
esconder construcciones humanas. El estudio del subsuelo refleja que
debajo no hay sólo arcilla, como se creía hasta ahora.
En invierno, el agua cubre todo y miles de aves acuáticas,
como la garza real o el pato cuchara, pueblan el lugar. Pero en verano,
la marisma de Hinojos, en el corazón del Parque Natural de
Doñana, se convierte en un secarral. Un paseo por allí
un día de agosto no excitaría la imaginación
de ningún arqueólogo. Hay que alejarse bastante, y tomar
imágenes a partir de 100 metros de altura. Es entonces cuando
el estudioso se da cuenta de que las fotografías tomadas desde
1956 muestran siempre lo mismo en la parte sur de la marisma: extrañas
formas circulares de distintos tamaños (hasta 200 metros de
diámetro) y, sobre todo, figuras rectangulares (es casi imposible
que la naturaleza forme líneas rectas) que pueden ser fruto
de asentamientos humanos anteriores, tal vez, a la colonización
del Imperio Romano de la península Ibérica.
Ya desde el siglo XVI, multitud de estudiosos han situado una gran
ciudad de la civilización prerromana de Tartessos en los alrededores
del actual Parque Natural de Doñana, aunque estas teorías
han estado descartadas por el pensamiento predominante durante los
últimos 60 años. Ahora, un grupo de investigadores del
CSIC, la Fuhem y la Universidad de Huelva no se atreve a aventurar
si Tartessos puede o no estar en Doñana, pero sí están
convencidos de que el subsuelo de la marisma de Hinojos puede esconder
restos arqueológicos. Las formas que se vislumbran en unas
imágenes aéreas tomadas el verano pasado se suman a
las fotografías anteriores. Además, las pruebas electromagnéticas
les han confirmado que en el subsuelo hay algo más que arcilla,
como se creía hasta ahora.
Los científicos alemanes W. Wickbolt, en 2003, y R. W. Kühne,
en 2004, a partir de algunas imágenes de satélite en
las que vieron esas extrañas formas circulares, se lanzaron
a situar allí la ciudad de Tartessos, e incluso se atrevieron
a decir que se correspondía con la mítica Atlántida
descrita por Platón. Sin ir tan lejos, los investigadores españoles
Sebastián Celestino y Juan Villarías Robles, ambos del
CSIC, y Ángel León, historiador y profesor de secundaria
de la Fundación Hogar del Empleado (Fuhem), que había
puesto a Villarías en la pista de las imágenes aéreas,
empezaron hace dos años a trabajar con el objetivo inicial
de comprobar si hay allí restos de asentamientos humanos. Y
hasta que reúnan más pruebas, no quieren empezar a lanzar
teorías.
Pero de tratarse, como han sostenido los alemanes y tantos otros eruditos,
de la gran ciudad tartésica por descubrir, significaría
un enorme salto en un debate que aún mantiene divididos a los
investigadores entre los que creen que aquella civilización
prerromana, que existió entre los siglos X y VI antes de Cristo,
tenía una marcada entidad propia, que era un híbrido
con la cultura fenicia, apenas un apéndice de ésta o
que, como algunos dicen, no existió como tal.
Ya se han encontrado en los alrededores de Doñana restos tartésicos,
fenicios y romanos (véase el gráfico). Pero no se ha
llegado a buscar dentro del parque porque la mayoría de los
arqueólogos sigue trabajando con la premisa de que aquello
siempre estuvo inundado. Esta teoría dice que durante cientos
de años, desde después de la última glaciación,
aquello era agua, del mar, al principio, y de un gran lago, después.
Pero esta idea está siendo revisada por los geólogos
desde hace más de una década, explica el profesor de
la Universidad de Huelva Antonio Rodríguez, miembro también
del equipo que investiga en Doñana.
Los resultados de las muestras del subsuelo tomadas el verano pasado
les confirmaron lo que ya esperaban: "Donde tenía que
haber sólo arcilla [procedente de la sedimentación normal
de una zona permanentemente anegada por el agua], hay dos capas que
pueden tener un metro de concentración de arena", explica
Rodríguez. Esto quiere decir que se produjeron dos episodios
violentos, probablemente tsunamis. Los resultados de la prueba que
datará esos episodios aún no han llegado, pero trabajos
anteriores han encontrado muy cerca evidencias de otros dos posibles
tsunamis: el primero, sobre el año 1500 antes de Cristo; el
otro, en el siglo II después de Cristo.
Así, uno de los tsunamis registrado en la marisma de Hinojos
estaría entre esas dos fechas. "Esto cuadra perfectamente
con la teoría de una ciudad prerromana borrada del mapa",
añade Rodríguez, gran conocedor del parque no sólo
por sus trabajos, sino porque creció allí (su padre
fue uno de los guardas de Doñana y su abuelo trabajó
en el coto). En definitiva, la revisión de la teoría
y la de la formación de toda la costa andaluza indican que
Doñana no estuvo siempre anegada por el agua, sino que se sucedieron
en los últimos 7.000 años periodos de inundación
con otros secos que permiten situar allí un asentamiento.
Las pruebas previas van respaldando la existencia de restos. El siguiente
paso, que probablemente se dé este verano, es hacer un sondeo
arqueológico (un agujero de 10 por 3 metros de lado y 7 de
profundidad) para comprobar definitivamente si allí hay algo.
El Parque de Doñana estableció este proceso de estudios
previos, explica Fernando Hiraldo, director de la estación
biológica. "Creo que el impacto ambiental en la zona sería
pequeño, dado que se trata de un espacio reducido en unas marismas
de 40.000 metros cuadrados. Aun así, siempre hay que tener
mucho cuidado al tratarse de Doñana", un espacio de máxima
protección ambiental, recuerda.
Sebastián Celestino, el investigador principal del proyecto,
es uno de los grandes expertos españoles en Tartessos. Admite
que es inevitable hablar de esta civilización al investigar
en Doñana, aunque insiste en "no crear falsas expectativas".
"Estamos convencidos de que allí puede haber restos de
asentamientos, pero no sabemos de qué época". Aun
así, "ya me parece muy importante empezar a comprobar
si hay algo donde siempre se creyó que no lo había",
añade.
Fuente: J. A. AUNIÓN, Madrid / El País.com, 6 de mayo
de 2007